LETREROS EN LA PARED

 

UNIVERSIDAD NACIONAL PEDRO RUIZ GALLO

FACULTAD DE CIENCIAS HISTÓRICO SOCIALES Y EDUCACIÓN



DATOS INFORMATIVOS:

TEMA:

“LETREROS EN LA PARED”

 

ASIGNATURA:

Ética Periodística

 

ESCUELA PROFESIONAL:

Ciencias de la Comunicación

 

CICLO ACADÉMICO:

2025 - II

 

DOCENTE:

Jara Llanos Jerry Omar

 

ALUMNO:

Oscar Omar Aurazo Tello

 

 

 

 

FICHA TÉCNICA:



Participantes:

Cortez Vidarte Ericka Daniela (Amiga)

Silva Chayguaque Angeli Naomi (Amiga)

More Azabache Pedro Aldair (Amigo)

Urteaga Ternero Chirly del Rocío (Amiga)

Montero Otoya Valentino Sadod (Amigo)

Flores García Gloria Isabel (Amiga)



Lugar de la actividad:

Sala de Lectura FACHSE – Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo - Lambayeque

Hora de Inicio: 11:12

Hora de Término: 11:50

 

RESEÑA 1:


 

Cuando dice “Acepta el cambio y actúa sin miedo, porque el apego al pasado te impide avanzar”, la frase también contiene una reflexión profunda sobre la vida, sobre el crecimiento personal y la necesidad de ir evolucionando constantemente. Vivimos en un mundo que cambia constantemente: la tecnología, la sociedad, las relaciones, e incluso nuestras propias emociones. Frente a esa realidad, el mensaje afirma que debemos intentar desarrollar una actitud positiva respecto al cambio y liberarnos del peso que supone la vida pasada, que en muchas ocasiones nos está impidiendo avanzar hacia nuevas oportunidades y/ o hacia nuevas experiencias. Adaptarse rápidamente al cambio no es sólo una destreza que nos puede ayudar, sino que también representa una madurez emocional, mental porque nos ofrece la aceptación de que nada se mantiene, de que cada etapa de la vida, incluso las más difíciles, forman parte del proceso de crecimiento.

Aceptar el cambio supone una transformación interna mucho más profunda que la mera adaptación a nuestras rutinas. Se trata de concebir nuestra vida como un movimiento perpetuo, ya que la resistencia solo produce sufrimiento y desgaste. Cuando nos aferramos —ya sea a una relación, a un trabajo, a una determinada circunstancia o a una versión de nosotros mismos que se ha debido quedar atrás— nos estamos privando de descubrir qué es lo que la vida nos puede ofrecer, por el contrario, si lo que hacemos es soltar nos estamos abriendo a que todo lo nuevo, a que las personas, a que las lecciones aprendan a entrar en nuestra vida. En este sentido, “no aferrarnos a las cosas que no nos hacen crecer como personas” se erige en uno de los más grandes retos de sabiduría y fortaleza que podemos llegar a desarrollar.

El miedo al cambio es una emoción natural, aunque a menudo nos sumerge en la inacción. Estar en lo conocido es, para nosotros, una garantía de seguridad, aunque en realidad no es más que la forma de toparnos con los límites de la zona grata. La frase que nos acompaña nos recuerda que para avanzar es fundamental actuar sin miedo. No se trata de que no sintamos miedo, sino de que el miedo no dirija nuestras decisiones.

Cada una de las transformaciones, aunque al principio pueda resultar incómoda, puede ser la entrada a una importante transformación personal y emocional.

Aceptar el cambio requiere humildad. A menudo nos creemos capaces de controlar todo, por lo que cuando las cosas no van como pensábamos, nos frustramos. Sin embargo, aceptar que no podemos controlar todo lo que nos sucede, pero que sí podemos decidir cómo queremos reaccionar ante ello, es clave para vivir en equilibrio. Aquellas personas que aprenden a dejarse llevar por los cambios suelen desarrollar una resiliencia que les sirve para adaptarse a las circunstancias, para encontrar nuevas maneras de poder seguir adelante con su vida, mientras que las personas que se aferran a lo que les ha dejado de pertenecer se ven acarrear un peso que no les pertenece y que al final solo les acaba desgastando emocionalmente.

En lo que respecta al plano personal, este tipo de mensaje tiene por tanto un gran valor. Muchas personas permanecen en relaciones que ya no les aportan bienestar por miedo a quedarse solos o bien por la costumbre de lo conocido. Sin embargo, en realidad, sujetarse a situaciones que no son contribuyentes a nuestro desarrollo hace que se retrase nuestra mejoría personal. El verdadero amor por uno mismo se basa precisamente en saber cuándo llega el momento de desprenderse de algo, de dejar aquello que ha cumplido un ciclo. El aprender a decir adiós con gratitud es una forma de hacer espacio para lo nuevo, de dejarse sanar hasta los nuevos estadíos más plenos de sí mismo. En lo que respecta al plano del trabajo, adaptarse rápidamente al cambio es un rasgo muy valorado en el contexto actual. Las empresas, las tecnologías y los modos de trabajo cambian a una velocidad que solo quien sea capaz de ajustarse, adaptarse a ellos, puede continuar vigente. Más allá del plano del trabajo, esta capacidad de adaptación implica, además, una forma de actuar mental flexible, con curiosidad, dispuesta a aprender. Cada cambio es un desafío y desafío implica oportunidad de reinvención. La resistencia al cambio, en cambio, se traduce en un estancamiento. En este sentido, la frase no es sino un llamamiento a mantener abierta la mente, a no tener recelo al aprendizaje o a no cerrarse ante la ignorancia en favor de lo conocido.

A esta frase la podemos entender también como ofrecer otra perspectiva más espiritual. Adherirse al pasado es, en cierto sentido, renunciar a vivir el presente. Cuando permanecemos anclados en lo que fue —ya sea por la nostalgia, la culpa o el rencor—, renunciamos a disfrutar de lo que tenemos. La vida sólo puede fluir en la medida que dejamos lo que ya no tiene lugar. Aceptar el cambio es aceptar el ciclo natural de las cosas. Aprender a vivir el presente, aceptando y sin miedo, es una de las maneras posibles de liberarnos.

De la misma forma, aceptar el cambio puede ayudar a fortalecer nuestra identidad. Cada cambio, cada pérdida o cada nuevo comienzo nos permite conocernos un poco mejor. Ya que descubrimos lo que podemos lograr, lo que nos duele, lo que nos apasiona y lo que verdaderamente queremos. Sin esos cambios, nos atoraríamos en una versión reducida de nosotros mismos. El crecimiento personal sólo se produce cuando nos arriesgamos a atravesar la incomodidad del cambio. Por eso, aunque la estabilidad es, muchas veces, la opción preferida, los momentos de cambio son los que más aprendemos y evolucionamos.

La frase también puede verse como un consejo para la sociedad en general. Vivimos en una época de crisis e incertidumbre. Frente a esto, la adaptación rápida se convierte en una necesidad colectiva. Dejar atrás viejas estructuras, prejuicios o costumbres que ya no funcionan es una forma de avanzar hacia un futuro más justo y equilibrado.


RESEÑA 2:
 

El enunciado "Detecta las señales de cambio a tiempo y adáptate con rapidez" nos hace reflexionar sobre la importancia de la observación, la anticipación y la oportuna respuesta a los movimientos del entorno. En una época donde todo se mueve a gran velocidad, aquellas personas que se percatan de los cambios antes que otros y se adaptan a ellos rápidamente tienen mayores posibilidades de crecer, aprender y adaptarse a la realidad de la vida moderna. En un diálogo mantenido a lo largo de una sesión de trabajo se vio, además, que el tiempo también tiene su papel: de qué manera, muchas veces, esperamos demasiado para reaccionar y cuando lo queremos hacer ya resulta demasiado tarde. La frase, pues, tiene en ella una enseñanza poderosa: no sirve con aceptar el cambio, hay que detectarlo a tiempo y hacer algo antes de que el tiempo se agote.

La posibilidad de descubrir las señales de cambio no proviene de la casualidad, sino de la atención consciente. Prestar atención a los mínimos indicios que muestran las transformaciones —en nuestra vida, en nuestro entorno o hasta en nosotros mismos— es sinónimo de sabiduría. Demasiadas veces, la vida nos enseña de forma sutil: una sensación de desánimo en el trabajo, una relación que ya no nos satisface, una rutina que ya no puede hacernos sentir motivados. Sin embargo, el ser humano tiende a no hacerles caso, bien sea por miedo o por inercia. Esta frase viene a recordarnos que el cambio no suele venir de golpe, sino que se va anunciando poco a poco, y que aprender a saber leer esas señales es una de las condiciones de partida para saber decidir antes de que la situación decida por nosotros.

En el diálogo en el que se discutió esta idea, se mantuvo una conversación sobre cómo el tiempo es un factor que determina. La vida no se detiene; el tiempo corre y cada minuto que se dejan ir serán oportunidades que se desperdician. El ser capaces de adaptarnos sin duda no significa actuar de manera precipitada, sino actuar igualmente con premura y disposición, gracias a documentar que el tiempo tiene un precio impagable y dejar pasar la decisión necesaria puede costarnos el propio bienestar o incluso la propia estabilidad emocional. Hay personas que esperan “el momento perfecto” para cambiar, sin saber que eso no existe. La rapidez, en este sentido, deviene sinónimos de determinación, de actuar cuando aún se tiene margen suficiente como para anticiparse a la consecuencia.

Por otro lado, detectar las señales del cambio a tiempo implica frontar un tipo de mente abierta y flexible. Las personas que se niegan a salir de una única forma de ver el mundo, tienden a quedar atrapadas en un estado de rigidez. En contraposición, las personas que evolucionan son las que saben observar y ser curiosas sin sufrir tanto. No ser capaz de adaptarse equivale simplemente a quedar excluido. No deja de serlo, por eso la frase también representa un llamamiento para evolucionar constantemente, para no tener miedo de renovarse y tener una predisposición a aprender de cada cambio.

La conversación sobre el tiempo nos dejó una lección importante: la lentitud también es una resistencia. Muchas veces sabemos que algo tiene que cambiar, pero estamos esperando a que la decisión llegue sola, es decir, deseamos que las circunstancias cambien por nosotros. Pero el tiempo no soluciona nada, el tiempo solo hace que las situaciones se agraven si no se actúa a tiempo. En este sentido, la frase da más importancia a la proactividad, no esperar que el cambio nos sacuda, sino haber tenido la iniciativa de que ello lo podamos conducir a nuestro favor.

 

Adaptarse pronto requiere de equilibrio emocional. Los cambios pueden ser desconcertantes, algunas veces dolorosos. Pero resistirlos tan sólo genera la prolongación de la angustia. Fluir con las nuevas condiciones no tiene que ver con la resignación, sino con el acatamiento que resulta del reconocer que la vida se encuentra en constante movimiento. En el momento en que entendemos esto, el cambio deja de ser la amenaza para convertirse en la oportunidad. Esta frase nos recuerda que la rapidez tiene que ver con la rapidez como tal, sino con la disposición mental para aceptar lo inevitable y convertirlo en algo positivo.

Aprender a leer las señales del cambio es la forma que tenemos de evitar el estancamiento personal. Si tomamos como ejemplo las relaciones, los signos de distanciamiento o de desgaste generalmente aparecen mucho antes de que las rupturas se produzcan. Lo mismo ocurre en la vida profesional: la insatisfacción o la carencia de motivación suelen ser signos de que algo ha comenzado a cambiar. Ignorarlas puede llevarnos a una crisis más profunda.

Si tomamos conciencia de que el cambio es una ley natural, entonces tal vez aprendemos que mostrar resistencia al mismo simplemente nos hace sufrir. Reconocer las señales del cambio es, al fin y al cabo, una forma de vivir en consciencia, de estar presentes y abiertos con respecto a los ciclos de la vida. Hacer las cosas a tiempo, por ello, equivale a vivir a fondo, a no dejar que las oportunidades se marchiten por falta de decisión.

En el diálogo también se abordó la cuestión del tiempo. En una cultura que está acelerada, aprender a administrar el tiempo es una ciencia. No se trata de correr sin rumbo, sino de saber elegir los momentos en que se puede y hay que hacer algo. El tiempo puede ser un amigo si se sabe leer, o un enemigo si se gasta en la inacción. Por eso adaptarse antes de que sea demasiado tarde no sería sólo una cuestión de supervivencia, sino una cuestión de crecimiento personal. Cada segundo tiene la posibilidad de cambiar algo que nos haga mejores.

 

ANEXOS:


 

 


 

 

 

 

 

 


 

 

 

 


 

 

 

 



 

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